
No tengo ningun comentario mas que hacer.
Que orgullo, que la Sub-17 siempre saque la casta.
Pasando Zacatecas rumbo a San Luis Potosí al rededor de la 1:00 am empecé a dormirme otra vez, a lo lejos veía las montañas totalmente obscuras contra el cielo de un color azul apenas distinguible... de vez en cuando unos relámpagos iluminaban muy al fondo, tras las montañas, el escenario.
De pronto toda mi ventana se iluminó de una cegadora luz blanca acompañada de un fuerte estruendo... uno de esos rayos había caido enfrente a la derecha, muy cerca del camión... me sentí tenso en todos los músculos mientras me levantaba involuntariamente de mi posición casi horizontal a sentado, muy apretado contra el cinturón, por un momento pensé que me estrellaría con el asiento de adelante y lo único que pude hacer es doblar mis brazos para tapar mi cara con los codos al frente. Escuché que todos los del camión gritaron, miré a mi izquierda y mi compañero de asiento ya no estaba, a través de la ventana del otro lado del camión vi todo completamente obscuro, demasiado para lo que debía ser, y en un instante estallaron en mil pedazos los vidrios del lado izquierdo, los vi dirigirse a mi rostro y cerré los ojos, aún seguíamos gritando todos y de pronto sentí un golpe en mi cara como de una masa grande pero que se quebró contra mis brazos, como polvo, que ahogó mi grito y el de todos... sabía a tierra... ¡Debía ser tierra! -pense- ¡Nos estamos volcando!. Pero no era así, el camión se detuvo, revise la ventana de mi lado, estaba intacta... pero aún estaba en espera de un golpe, uno que pensaba sería final, no se porque.
Incluso recordé en centésimas, muy rápido pero muy claro a todos mis hermanos como los ví por última vez, a mis padres que dejé en Torreón y como se alejaban en el coche poco a poco despidiendose, agitando la mano dejandome con las amistades que pronto me llevarían a la terminal de camiones. De mi novia, y de que fué la última persona que vi en el D.F. que fué por mi al CIC a comer juntos y despedirse... Senti que todas esas imagenes eran el único modo y la única oportunidad que tendría de despedirme de todos ellos. Grité muy fuerte - ¡ NO ! - casi a la vez que pensaba en un ¡Adiós! como queriendo destapar las inmediatas ganas que sentía de llorar, resignado contra mi voluntad.
Hubo silencio... me parecio una eternidad.
Me quité el cinturón de seguridad, y literalmente me desenterré de todo lo que me cayó encima, me inque en el asiento para voltear hacia atrás (yo apenas estaba en la 3er. fila) y pregunté con un grito - ¡¿Están bien? ¿Me escuchan?! Muchos estában tociendo, de pronto con mucho esfuerzo se escuchó un: ¡No puedo respirar! y álguien mas gritó ¡Hay fuego atrás, hay fuego! Todos ocupamos el pasillo y bajamos lo mas rápido que pudimos.
Ya abajo, fué necesaria una explicación que concordara con la escena que todos contemplamos:
Adelante de nosotros iba un camión de PEPSI, que se detuvo a auxiliarnos y regalarnos varias botellas de agua con las que pudimos limpiarnos la garganta y la cara, además de proporcionarnos una valiosa descripción de lo que prácticamente pensó que por poco y le sucedía a el. Me comuniqué con mis hermanos al D.F. (a la 1:30 am) explicandoles lo que paso, pero sin saber decirles que es lo que haría después, solo para decirles: No se preocupen que estoy bien, pero (...) no paso a mas, no me pasó nada, me siento bien... Y aun pienso que el estado en el que estaba en vista de lo ocurrido y de compararme con muchos otros, era razón de más de darle gracias a Dios.
Después de haber llegado varias ambulancias y paramédicos a revisarnos a todos, policias pidiendo una descripción del accidente, y esperar un camión que nos llevara de regreso a Zacatecas a tan solo 10 km del lugar, fué hasta las 3:00 am (1:40 horas después del accidente) que llegamos a la terminal de camiones, nos aseamos, y al fin encontré los telefonos del hotel en Torreón donde se hospedaban mis padres, al fin pude escucharlos y ponerlos al tanto.
En la terminal tuvimos la opción de quedarnos hospedados en Zacatecas con todo pagado y reanudar el viaje, solicitar voluntariamente traslado a un hospital o continuar el viaje. Estaba temeroso, pero con deseos de regresar lo mas pronto posible... asi que reanudé el viaje.
La descripción oficial, concensuada por los que dicen haber visto lo que paso fué:
Veniamos por carretera federal, subiendo la pendiente en curva hacia la izquierda cuando en el carril de contraflujo el camión de redilas venía bajando rápido (hacia la derecha) muy “chicoteado” de modo que iba invadiendo el carril y en ruta directa hacia nosotros, al corregir para encarrilarse terminó venciendo la inercia y se empezaron a acostar los remolques, donde el primero pegó en el parabrizas del lado del chofer empujandonos a la derecha, permitiendo que el camión continuara avanzando a todo lo largo de los remolques que para entonces ya estaban aventando todo lo que transportaban (resultó ser gallinaza) rompiendo los vidrios. El menos afortunado fué quien viajaba casi hasta el final, en el asiento 25, pues ya estando el remolque casi acostado recibió un golpe directo que mas tarde lo mataría dentro de las ambulancias.
No recuerdo con claridad mi estado anímico, quizá álguien me ayude a deducirlo de la forma tan detallada que recuerdo y cuento todo; Aún con lo sucedido yo sigo pensando que muchas cosas “salieron bien” dento del accidente y es gracias a eso que 39 pasajeros salimos con vida, salvo el lamentable deceso que a todos nos impactó y el abandono de los choferes (de los cuales no supimos mas) que ante todo nos indignó.
Los hechos que cuento como “buenos” dentro del accidente fueron:
Finalmente recuerdo que no quise sacar la cámara digital que llevaba, no quise tomar ninguna foto, pues pensé que sería tanto como burlarme de mi (buena) suerte.
NOTA: Aún después de vivir el accidente, al subirnos al segundo camión que nos llevaria (Dios mediante) al D.F. les recomendé en voz alta, como en tono chusco: -Ahora si, hay que ponernos el cinturón. Solo recibi risas de “aprobación por la broma” pero no vi que nadie se lo puso, le pregunte a mi compañero (el mismo de antes) si no se lo pondría y muy seguro solo me dijo: -No, la neta, cuando te toca te toca.
No sé si llegando a la clínica en el D.F. a la cual nos mandó la empresa razonó que le pudo haber tocado distinto, incluso igual de bien que a mi, si tan solo no tuviera esa mentalidad. Se hubiera evitado muchas contuciones que el detectaron por todas partes.